Cuando aparecen la tristeza, el miedo, la alegría o la rabia, lo saludable es vivirlas con la atención y plasticidad necesarias.
Eso es posible cuando se comprenden bien. Y esto no es fácil porque tenemos una distorsión importante respecto a las emociones. No hay positivas ni negativas. Pero aprendemos, según la familia y el entorno en el que hemos crecido, a valorar unas por encima de otras, y eso es un problema. Reaprender a reconocerlas y darles su espacio y sentido genuinos es todo un proceso.
A veces hay personas que ríen cuando están tristes, otras lloran cuando sienten enojo, otras se ponen muy serias cuando están contentas... Otras directamente niegan una o varias de esas emociones. Y no podemos funcionar, no podemos relacionarnos satisfactoriamente sin una plena disponibilidad emocional.
A mi, por ejemplo, llorar no me es fácil. Llorar profundamente, me refiero. En mi casa aprendí que llorar me dejaba más solo. Mi padre me gritaba "no te quiero oír!", y aprendí a acallarlo. Ayer lloré como hacía años. Hoy ando de resaca. Algo importante se recolocó. Me agradezco el curro que llevo para haber llegado a ayer y que me pudiera abrir a algo tan censurado mental y corporalmente.
Por eso, díganle a Neus, si la ven o si la conocen (yo no tengo el gusto) que el #autorespeto no viene por la alegría constante, ni por la perenne sonrisa. Díganle que los positivistas están favoreciendo una actitud tirana, la tiranía del ser feliz. Y que si yo hubiese seguido su consejo hoy estaría deprimido o adicto. Díganle, por favor, que su mensaje culpabiliza al paciente y que, además, es perverso porque condena cualquier relación al fracaso, incluida la relación con uno mismo. Porque en las relaciones hay movimiento y eso nos lleva a estar tristes, aburridos, alegres, asustados... Díganle que no hay intimidad, que no hay bienestar, sin plasticidad emocional. Ah!, y díganle que ya es hora de dejar fantasías infantiles, pues querer no es poder.
Neus son muchos, salen por la tv y sus libros son bestsellers.
Eso es posible cuando se comprenden bien. Y esto no es fácil porque tenemos una distorsión importante respecto a las emociones. No hay positivas ni negativas. Pero aprendemos, según la familia y el entorno en el que hemos crecido, a valorar unas por encima de otras, y eso es un problema. Reaprender a reconocerlas y darles su espacio y sentido genuinos es todo un proceso.
A veces hay personas que ríen cuando están tristes, otras lloran cuando sienten enojo, otras se ponen muy serias cuando están contentas... Otras directamente niegan una o varias de esas emociones. Y no podemos funcionar, no podemos relacionarnos satisfactoriamente sin una plena disponibilidad emocional.
A mi, por ejemplo, llorar no me es fácil. Llorar profundamente, me refiero. En mi casa aprendí que llorar me dejaba más solo. Mi padre me gritaba "no te quiero oír!", y aprendí a acallarlo. Ayer lloré como hacía años. Hoy ando de resaca. Algo importante se recolocó. Me agradezco el curro que llevo para haber llegado a ayer y que me pudiera abrir a algo tan censurado mental y corporalmente.
Por eso, díganle a Neus, si la ven o si la conocen (yo no tengo el gusto) que el #autorespeto no viene por la alegría constante, ni por la perenne sonrisa. Díganle que los positivistas están favoreciendo una actitud tirana, la tiranía del ser feliz. Y que si yo hubiese seguido su consejo hoy estaría deprimido o adicto. Díganle, por favor, que su mensaje culpabiliza al paciente y que, además, es perverso porque condena cualquier relación al fracaso, incluida la relación con uno mismo. Porque en las relaciones hay movimiento y eso nos lleva a estar tristes, aburridos, alegres, asustados... Díganle que no hay intimidad, que no hay bienestar, sin plasticidad emocional. Ah!, y díganle que ya es hora de dejar fantasías infantiles, pues querer no es poder.
Neus son muchos, salen por la tv y sus libros son bestsellers.