Confesiones 1
#confesiones
Llevo un desfase de tres o cuatro años. Quizá más. Y había dejado de meditar desde hace más tiempo aún. He vivido muchas cosas bellas este tiempo y también momentos dolorosos y pérdidas. Y creo que no las he digerido aún. Siento el pecho entumecido y seco. Nada me acaba de llegar profundamente. La sensación es de sedimento acumulado.
Hace pocos días soñé con Oscar. Oscar murió por covid en enero de 2021. No me pude despedir de él. Pero Oscar representaba además una etapa de mi vida. En el sueño, yo estaba en una casa con más compañeros y Oscar aparece de la cocina al salón como si tal cosa. ¡Me sentía engañado! ¿Pero no estaba muerto? Le gritaba a mis colegas. Al despertar, la sensación que tuve es que parte del duelo está pendiente, que lo había escondido en la cocina (este elemento se me escapa, pero seguro que trae enjundia), lo había apartado de mi vista pero seguía ahí. Oscar en ese sueño no representaba solo a Oscar, sino a muchas cuestiones acumuladas, que sigo sin atender como necesito.
Mi terapeuta hace ya más de un año me sugirió quedarme sentado sin hacer nada. Ni meditar. Solo sentado, sin más. Es algo que solía hacer con frecuencia. Me pasaba un tiempo en silencio, mirando la luna, o al vacío, o a las personas pasar. Ahí se iban recolocando cosas sin pretenderlo. Llegaban unas, se acomodaban otras... He abandonado ese espacio. Lo he sustituido por el móvil, las series o la lectura de turno.
Ya escribía hace un tiempo que me echaba de menos. Se me olvida esto.
Hay un alegría íntima que no viene de nada externo, que tiene que ver con el encuentro de uno consigo mismo. Esta alegría no es completa si no se comparte y se lleva al encuentro con el otro. La alegría necesita del encuentro con uno y del saberse parte útil. Pero no es un equilibrio fácil. Normalmente yo me atendía en exceso y dejaba de lado al otro.
Hablaba con una amiga que, además, las formaciones de Gestalt, corporal o constelaciones que he conocido, suelen fomentar (queriendo o no) un exceso de yo, de mirarse el ombligo. Reconozco que durante un tiempo me volví más arrogante y narcisista, aunque pareciera lo contrario. Y no fue hasta hace unos años que, a raiz de una fuerte experiencia y una ruptura de pareja, me pasé al polo opuesto.
Ese equilibrio, entre el yo y el otro, no es fácil. Creo que he ido pendulando entre lo uno y lo otro, y en los últimos años me he llegado a perderme en mi trabajo y en mis relaciones. Y aunque podía estar haciendo algo "bueno" me he olvidado de mi. No estaba atendiendo: la alegría de lo que hay, que es mucho, y el dolor de lo que se ha perdido.
Al llegar a los 40 noté un empuje interno a equilibrar la balanza, a ocupar un lugar distinto al que llevaba ocupando. Y reconozco que me he perdido, no estoy dando el paso de atender lo que necesito atender.
Mañana retomaré la práctica, y esta noche antes de dormir me quedaré un rato mirando por el balcón sin nada que hacer. Como hace tanto.
A ver.
#confesiones
Llevo un desfase de tres o cuatro años. Quizá más. Y había dejado de meditar desde hace más tiempo aún. He vivido muchas cosas bellas este tiempo y también momentos dolorosos y pérdidas. Y creo que no las he digerido aún. Siento el pecho entumecido y seco. Nada me acaba de llegar profundamente. La sensación es de sedimento acumulado.
Hace pocos días soñé con Oscar. Oscar murió por covid en enero de 2021. No me pude despedir de él. Pero Oscar representaba además una etapa de mi vida. En el sueño, yo estaba en una casa con más compañeros y Oscar aparece de la cocina al salón como si tal cosa. ¡Me sentía engañado! ¿Pero no estaba muerto? Le gritaba a mis colegas. Al despertar, la sensación que tuve es que parte del duelo está pendiente, que lo había escondido en la cocina (este elemento se me escapa, pero seguro que trae enjundia), lo había apartado de mi vista pero seguía ahí. Oscar en ese sueño no representaba solo a Oscar, sino a muchas cuestiones acumuladas, que sigo sin atender como necesito.
Mi terapeuta hace ya más de un año me sugirió quedarme sentado sin hacer nada. Ni meditar. Solo sentado, sin más. Es algo que solía hacer con frecuencia. Me pasaba un tiempo en silencio, mirando la luna, o al vacío, o a las personas pasar. Ahí se iban recolocando cosas sin pretenderlo. Llegaban unas, se acomodaban otras... He abandonado ese espacio. Lo he sustituido por el móvil, las series o la lectura de turno.
Ya escribía hace un tiempo que me echaba de menos. Se me olvida esto.
Hay un alegría íntima que no viene de nada externo, que tiene que ver con el encuentro de uno consigo mismo. Esta alegría no es completa si no se comparte y se lleva al encuentro con el otro. La alegría necesita del encuentro con uno y del saberse parte útil. Pero no es un equilibrio fácil. Normalmente yo me atendía en exceso y dejaba de lado al otro.
Hablaba con una amiga que, además, las formaciones de Gestalt, corporal o constelaciones que he conocido, suelen fomentar (queriendo o no) un exceso de yo, de mirarse el ombligo. Reconozco que durante un tiempo me volví más arrogante y narcisista, aunque pareciera lo contrario. Y no fue hasta hace unos años que, a raiz de una fuerte experiencia y una ruptura de pareja, me pasé al polo opuesto.
Ese equilibrio, entre el yo y el otro, no es fácil. Creo que he ido pendulando entre lo uno y lo otro, y en los últimos años me he llegado a perderme en mi trabajo y en mis relaciones. Y aunque podía estar haciendo algo "bueno" me he olvidado de mi. No estaba atendiendo: la alegría de lo que hay, que es mucho, y el dolor de lo que se ha perdido.
Al llegar a los 40 noté un empuje interno a equilibrar la balanza, a ocupar un lugar distinto al que llevaba ocupando. Y reconozco que me he perdido, no estoy dando el paso de atender lo que necesito atender.
Mañana retomaré la práctica, y esta noche antes de dormir me quedaré un rato mirando por el balcón sin nada que hacer. Como hace tanto.
A ver.