Forwarded from Algo del Evangelio
Viernes 12 de noviembre + XXXII Viernes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 17, 26-37
Jesús dijo a sus discípulos:
«En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempo de Noé. La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos.
Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos. Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre.
En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará.
Les aseguro que, en esa noche, de dos hombres que estén comiendo juntos, uno será llevado y el otro dejado; de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada».
Entonces le preguntaron: «¿Dónde sucederá esto, Señor?».
Jesús les respondió: «Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres».
Palabra del Señor.
Jesús dijo a sus discípulos:
«En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempo de Noé. La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos.
Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos. Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre.
En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará.
Les aseguro que, en esa noche, de dos hombres que estén comiendo juntos, uno será llevado y el otro dejado; de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada».
Entonces le preguntaron: «¿Dónde sucederá esto, Señor?».
Jesús les respondió: «Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres».
Palabra del Señor.
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Sábado 13 de noviembre + XXXII Sábado durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 18, 1-8
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
«En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: "Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario".
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: "Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme"».
Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.
Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?».
Palabra del Señor.
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
«En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: "Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario".
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: "Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme"».
Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.
Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?».
Palabra del Señor.
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Domingo 14 de noviembre + XXXIII Domingo durante el año (B) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 24-32
Jesús dijo a sus discípulos:
En aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y Él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.
Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta.
Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.
Palabra del Señor
Jesús dijo a sus discípulos:
En aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y Él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.
Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta.
Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.
Palabra del Señor
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Martes 16 de noviembre + XXXIII Martes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 19, 1-10
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más». Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Palabra del Señor.
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más». Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Palabra del Señor.
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Miércoles 17 de noviembre + XXXIII Miércoles durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 19, 11-28
Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro.
Él les dijo: «Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: "Háganlas producir hasta que yo vuelva". Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: "No queremos que este sea nuestro rey".
Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: "Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más". "Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades".
Llegó el segundo y le dijo: "Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más". A él también le dijo: "Tú estarás al frente de cinco ciudades".
Llegó el otro y le dijo: "Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado". Él le respondió: "Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses".
Y dijo a los que estaban allí: "Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más". "¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!".
Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia». Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
Palabra del Señor.
Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro.
Él les dijo: «Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: "Háganlas producir hasta que yo vuelva". Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: "No queremos que este sea nuestro rey".
Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: "Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más". "Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades".
Llegó el segundo y le dijo: "Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más". A él también le dijo: "Tú estarás al frente de cinco ciudades".
Llegó el otro y le dijo: "Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado". Él le respondió: "Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses".
Y dijo a los que estaban allí: "Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más". "¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!".
Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia». Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
Palabra del Señor.
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Comentario a Lucas 19, 11-28:
La única gran certeza que tenemos, nos guste más o menos, es que tarde o temprano nos tocará partir de este mundo, esa es una evidencia que nadie puede negar. Algunos querrán negarla o evitarla de mil formas, maquillarla como queriendo tapar el sol con la mano, pero es imposible, todos moriremos. Creyentes y no creyentes estamos expuestos al paso del tiempo y a la vulnerabilidad de la mortalidad.
Escuché hace poco un jugador de fútbol que pudo salir del infierno de las drogas, y haciendo alusión a algunos que se les sube la «fama» a la cabeza, aunque sin hacer referencia a la fe, dijo algo así: «Cuando nos morimos, nos come el mismo gusano, eh; al de los Rolling Stones, a mí y al que vive en la villa. Por ahí tardan un poquito más si tenés un cajoncito más bueno. Pero te come igual». Bastante crudo, pero es así. No deberíamos temer al hablar del fin de nuestra vida, al hablar del fin del mundo, no deberíamos temerle tanto a la muerte, o incluso deberíamos llamarle, simplemente, nuestro paso, nuestra pascua a la eternidad.
Con respecto a Algo del Evangelio de hoy, ante la ansiedad de la gente que seguía a Jesús mientras pensaba que en cualquier momento iba a llegar el Reino de Dios, Jesús les cuenta esta parábola, nos cuenta esta parábola. Si en esa época la gente esperaba ansiosa que de una vez por todas se manifieste el poder de Dios para siempre, para acabar con el mal, hoy podríamos decir que parece todo lo contrario. A veces vivimos o hay gente que vive como anestesiada o adormecida con lo que tenemos que hacer, con lo que tenemos que alcanzar y vamos andando como si esta vida terrena fuera eterna. Lo lindo y definitivo parece estar acá, plantean algunos, pocos piensan en la Vida eterna. ¡¡Qué ingenuidad!! Muchas veces tenemos que vivir un gran dolor para darnos cuenta de que todo puede terminarse en cualquier momento. Buscamos acomodarnos tanto en cada cosa que hacemos, que sin darnos cuenta vamos como armando o intentando armar nuestro pequeño paraíso en la tierra. Por eso esta parábola sirve tanto para un lado como para el otro, para los que desean que Dios actúe lo antes posible evitándoles así el trabajo serio en la tierra, como para los que piensan que acá en la tierra está todo muy bueno y no se les ocurre producir frutos de amor para algo mejor que está por venir, parece como que no vale tanto la pena. Sea del lado en que estemos o en la situación en que pensemos que es mejor, viene bien pensarlo y evaluarse un poco para ver qué estamos haciendo o qué estamos esperando para empezar a producir frutos en esta vida.
Hay algo que queda muy claro hoy. Un sacerdote me lo decía así, un sacerdote amigo: «A Jesús le cae mal que enterremos las monedas. A Jesús le molesta mucho que guardemos nuestras monedas en un pañuelo». Toda una forma de vivir. Guardar en un pañuelo, esconder lo regalado, juzgar a Dios como exigente e injusto, tenerle miedo a Dios Padre que nos regaló todo y que no nos pide otra cosa que hacer crecer lo que él nos dio. A veces tenemos miedo, y eso nos paraliza, pero ¿miedo a qué? ¿Miedo a Dios? Si le tenemos miedo a Dios, en realidad lo que tenemos que pensar justamente es que ese, ese no es Dios, esa es nuestra imagen de Dios, nuestra idea de Dios. Una idea bastante pobre que Jesús vino a transformar para que no andemos como paralizados en esta vida, para que por lo menos tengamos dos dedos de frente para «poner las monedas a préstamo» y recibir algunos intereses. Él no nos pide más de lo que podamos dar. Uno podrá producir diez veces más, el otro cinco, el otro nada. Dios no se va a enojar tanto por la cantidad, cada uno dará lo que pueda dar, pero todos podemos dar algo de nuestra vida. Vidas que vuelven vacías, finalmente quedarán vacías.
Pensemos en qué andamos invirtiendo nuestro tiempo, nuestra vida, en qué andamos gastando los bienes que Dios nos dio; no vaya a ser que cuando nos presentemos a él, no tengamos otra cosa que lo mismo que nos dio. Sería muy triste.
La única gran certeza que tenemos, nos guste más o menos, es que tarde o temprano nos tocará partir de este mundo, esa es una evidencia que nadie puede negar. Algunos querrán negarla o evitarla de mil formas, maquillarla como queriendo tapar el sol con la mano, pero es imposible, todos moriremos. Creyentes y no creyentes estamos expuestos al paso del tiempo y a la vulnerabilidad de la mortalidad.
Escuché hace poco un jugador de fútbol que pudo salir del infierno de las drogas, y haciendo alusión a algunos que se les sube la «fama» a la cabeza, aunque sin hacer referencia a la fe, dijo algo así: «Cuando nos morimos, nos come el mismo gusano, eh; al de los Rolling Stones, a mí y al que vive en la villa. Por ahí tardan un poquito más si tenés un cajoncito más bueno. Pero te come igual». Bastante crudo, pero es así. No deberíamos temer al hablar del fin de nuestra vida, al hablar del fin del mundo, no deberíamos temerle tanto a la muerte, o incluso deberíamos llamarle, simplemente, nuestro paso, nuestra pascua a la eternidad.
Con respecto a Algo del Evangelio de hoy, ante la ansiedad de la gente que seguía a Jesús mientras pensaba que en cualquier momento iba a llegar el Reino de Dios, Jesús les cuenta esta parábola, nos cuenta esta parábola. Si en esa época la gente esperaba ansiosa que de una vez por todas se manifieste el poder de Dios para siempre, para acabar con el mal, hoy podríamos decir que parece todo lo contrario. A veces vivimos o hay gente que vive como anestesiada o adormecida con lo que tenemos que hacer, con lo que tenemos que alcanzar y vamos andando como si esta vida terrena fuera eterna. Lo lindo y definitivo parece estar acá, plantean algunos, pocos piensan en la Vida eterna. ¡¡Qué ingenuidad!! Muchas veces tenemos que vivir un gran dolor para darnos cuenta de que todo puede terminarse en cualquier momento. Buscamos acomodarnos tanto en cada cosa que hacemos, que sin darnos cuenta vamos como armando o intentando armar nuestro pequeño paraíso en la tierra. Por eso esta parábola sirve tanto para un lado como para el otro, para los que desean que Dios actúe lo antes posible evitándoles así el trabajo serio en la tierra, como para los que piensan que acá en la tierra está todo muy bueno y no se les ocurre producir frutos de amor para algo mejor que está por venir, parece como que no vale tanto la pena. Sea del lado en que estemos o en la situación en que pensemos que es mejor, viene bien pensarlo y evaluarse un poco para ver qué estamos haciendo o qué estamos esperando para empezar a producir frutos en esta vida.
Hay algo que queda muy claro hoy. Un sacerdote me lo decía así, un sacerdote amigo: «A Jesús le cae mal que enterremos las monedas. A Jesús le molesta mucho que guardemos nuestras monedas en un pañuelo». Toda una forma de vivir. Guardar en un pañuelo, esconder lo regalado, juzgar a Dios como exigente e injusto, tenerle miedo a Dios Padre que nos regaló todo y que no nos pide otra cosa que hacer crecer lo que él nos dio. A veces tenemos miedo, y eso nos paraliza, pero ¿miedo a qué? ¿Miedo a Dios? Si le tenemos miedo a Dios, en realidad lo que tenemos que pensar justamente es que ese, ese no es Dios, esa es nuestra imagen de Dios, nuestra idea de Dios. Una idea bastante pobre que Jesús vino a transformar para que no andemos como paralizados en esta vida, para que por lo menos tengamos dos dedos de frente para «poner las monedas a préstamo» y recibir algunos intereses. Él no nos pide más de lo que podamos dar. Uno podrá producir diez veces más, el otro cinco, el otro nada. Dios no se va a enojar tanto por la cantidad, cada uno dará lo que pueda dar, pero todos podemos dar algo de nuestra vida. Vidas que vuelven vacías, finalmente quedarán vacías.
Pensemos en qué andamos invirtiendo nuestro tiempo, nuestra vida, en qué andamos gastando los bienes que Dios nos dio; no vaya a ser que cuando nos presentemos a él, no tengamos otra cosa que lo mismo que nos dio. Sería muy triste.
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Jueves 18 de noviembre + XXXIII Jueves durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 19, 41-44
Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: «¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.
Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios».
Palabra del Señor.
Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: «¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.
Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios».
Palabra del Señor.
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Viernes 19 de noviembre + XXXIII Viernes durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 19, 45-48
Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones».
Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
Palabra del Señor.
Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones».
Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
Palabra del Señor.
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Sábado 20 de noviembre + XXXIII Sábado durante el año + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 20, 27-40
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?».
Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él».
Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien». Y ya no se atrevían a preguntarle nada.
Palabra del Señor.
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?».
Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él».
Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien». Y ya no se atrevían a preguntarle nada.
Palabra del Señor.
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Domingo 21 de noviembre + Solemnidad de Cristo Rey del Universo (B) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 33b-37
Pilato llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres Tú el rey de los judíos?». Jesús le respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?». Pilato replicó: «¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?».
Jesús respondió: «Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí». Pilato le dijo: «¿Entonces Tú eres rey?». Jesús respondió: «Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz».
Palabra del Señor.
Pilato llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres Tú el rey de los judíos?». Jesús le respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?». Pilato replicó: «¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?».
Jesús respondió: «Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí». Pilato le dijo: «¿Entonces Tú eres rey?». Jesús respondió: «Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz».
Palabra del Señor.