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No busco pertenecer.
La soledad no me asusta. Me afila.
No acumulo, dejo ir todo lo que no necesito.

Camino solo, pero no perdido.
No obedezco dioses, banderas ni algoritmos, reconozco su poder sobre la realidad.
Si algo me guía, es la coherencia interna.
Nada fuerzo, me alineo con lo que es.

La tecnología no me deslumbra.
La espiritualidad no me anestesia.
El conocimiento sin práctica es lastre.
Toco la realidad con precisión: mente clara, cuerpo despierto.

No predico. No corrijo. No convenzo.
Solo hago lo que soy.

El mundo está enfermo de exceso.
Mi forma de estar es una forma de cortar.
Ritual sin teatro. Saber sin espectáculo. Presencia sin demanda.

No necesito ser visto.
Necesito mantenerme real.

Observo más de lo que opino.
No enseño. Hago. Y quien ve, entiende.

Atento pero no alerta.
No negocio mi centro.
La disciplina no es castigo. Es silencio sostenido.
El silencio, mi mejor amigo.

Cuando no sé, escucho. Cuando sé, no interrumpo.
Mientras no sea nadie, lo seré todo.

Aceite de risino. Rompe bultos, quistes, piedras en la vesicula, espolones, cálculos, etc

Ya a esta altura, con que los crien ya es un montón, parece que todos se lo encargan al Estado o a los profesionales.

¿Qué tiene que morir dentro de mí para que me convierta en aquello que quisiera?